Les quiero tanto que duele.
-No vas a poder evitarles el sufrimiento.
No voy a poder evitarles el sufrimiento, pensé.


Mi padre fue un padre ausente, pero siempre me hacía regalos. Lo primero que me compró fue una muñeca de trapo. De esto yo no me acuerdo, no era más que un bebé de días. Pero mi madre me lo contó después. Era una muñeca de esas que tienen la cabeza hueca, de plástico y los ojos se les abren y se les cierran según la tumbas o la levantas. Y si que recuerdo ver aquella muñeca y jugar con ella hasta que el pelo se le puso fosco y la felpa de su cuerpo se llenó de pelotillas. Mediría unos veinte centímetros, de ojos azules, rubia, con rizos. Lo mejor de todo era que iba vestida de Superman, con su traje azul y su capa roja. Mi padre me regaló una muñeca de Superwoman, de trapo, si, pero era una heroína. 
En verano y navidades nos juntábamos con la familia en la casa del pueblo, mi padre tenía 11 hermanos y en total éramos 24 primos. La casa era enorme, los dormitorios de los niños estaban separados por sexos y tenían varios pares de literas a cada lado. En el de las niñas se alternaban unas colchas con enormes flores azules con otras de flores rojas. Combinaban con unas cortinas, también rojas de una tela muy gruesa que dejaba el cuarto totalmente a oscuras cuando jugábamos a Las tinieblas. Cuando la ropa se quedaba pequeña o se hacía limpieza de juguetes, todo acababa allí en una suerte de comuna donde todos heredábamos y todos nos desprendíamos de lo que ya no se usaba. Recuerdo jugar allí con mi muñeca por última vez. Recuerdo el barullo en el dormitorio de las niñas, subidas en las literas de arriba lanzándonos la súper woman. Recuerdo las risas y cómo volaba de mano en mano con su pequeña capa roja.

Les quiero tanto que duele, y no voy a poder evitarles el sufrimiento, gemí.
-No sólo eso, vas a ver cómo les dañan y no podrás hacer nada por detenerlo.
No puedo hacer nada para que el daño se detenga, pensé.

Recuerdo cómo algún mes después de aquellos juegos en el cuarto de literas de las niñas, mi madre me contó que mi padre, según salió del hospital el día que yo nací, se detuvo en una juguetería y compró aquella muñeca. 
Mi padre me había comprado una muñeca de súper woman. ¿Sería él consciente del significado de su vestimenta? 
Mi padre no tenía precisamente una gran inteligencia emocional, así que tiendo a pensar que fue lo primero que encontró en la juguetería. De no ser así, durante el tiempo vital que compartimos hubiese impulsado en mi algún tipo de súper poder y no todo lo contrario.

Les quiero tanto que duele y no puedo hacer nada para que el daño se detenga, lloré.
-Tú sólo puedes ser reparación y refugio. Cura cada herida que les haga y procúrales descanso cuando estén contigo, para que puedan recomponerse antes de volver al lugar donde les volverá a hacer daño.
Volverá a hacerles daño, repetí alzando mi voz.

Meses después de aquel verano de juegos en las literas, y una vez conocido el origen de la muñeca, volví en navidades, al pueblo. Tendría ya unos diez años, no tenía edad para jugar con ella, pero quería recuperarla. La busqué como una loca,  Revolví los baúles de juguetes de la habitación de las literas de las chicas. Abrí cajas y cajones en la de los chicos. Bajé a la sala de juegos de la planta baja pero no daba con ella. Mientras subía de nuevo a la planta de arriba me crucé con una de mis primas mayores y le pregunté. ¿Sabes dónde está la muñeca de súper woman con la que jugábamos este verano? ¿La has visto?. Me contó que días después volvieron a jugar con ella. Yo ya no estaba, había vuelto a la ciudad con mis padres. Repitieron los lanzamientos y en uno de ellos la muñeca chocó contra la pesada cortina de la habitación y movió la barra de madera que terminó cayendo sobre ella  y reventando, por el peso, sus costuras. Estaba rellena de bolitas blancas que se esparcieron por el suelo y provocaron nuevos juegos y risas. Después de aquello, la muñeca, o sus restos, acabaron en la basura. 
Nadie evitó el daño. Yo ni siquiera estaba allí mientras ocurría. Incluso ahora, ya adulta, no olvido aquella muñeca.


Les quiero tanto…
-Tienes que estar fuerte, porque van a seguir sintiendo miedo. Van a seguir sintiendo ira. Van a preguntarse si es su culpa. 
Tienen miedo y van a sentirse culpables, repetí mientras secaba mis lágrimas.


¿Sabes cuando has llorado tanto que no hay más lágrimas? ¿cuando los ojos están tan secos como los de las muñecas y los párpados se te mueven torpemente cada vez que los cierras? ¿Sabes cuando sientes que eres un harapo que se deshace en jirones? Hoy estoy viendo cómo les hieren y no puedo hacer nada para que pare el daño. Mírame a los ojos, ¿puedes verlo?

Me repito como un mantra que mis brazos son su fortaleza, mi palabra su abrigo y mi casa siempre tiene las puertas abiertas. Les quiero tanto que duele.
Mírame a los ojos, ¿puedes verlo?
¿Puedes verme por dentro?
Se han roto mis costuras. Estoy llena de amor y sufrimiento.


Back to Top